Los trastornos de la alimentación, también llamados trastornos de la conducta alimentaria, son enfermedades médicas graves con una influencia biológica que se caracterizan por alteraciones graves de las conductas alimentarias.

Entre los trastornos de la alimentación, se encuentra la anorexia, la bulimia o trastorno alimentario compulsivo. Siendo la anorexia el más común de estos.

En España hay registrados más de 400.000 casos de personas que padecen trastornos de la conducta alimentaria en la actualidad, incrementándose en un 15 por ciento el número de casos en menores de 12 años.

Desde la llegada de las redes sociales este problema se ha incrementado notablemente. Las redes sociales ejercen un desarrollo y mantenimiento de estos trastornos, siendo en muchas ocasiones un factor precipitante de los mismos. Debemos tener en cuenta que son trastornos relacionados con la autopercepción y la distorsión de la imagen corporal. Las personas que lo padecen muestran una preocupación excesiva por no engordar, a pesar de que su peso sea normal o muy por debajo de lo normal. Por ello, las redes sociales, al ser medios por los que intentamos vender nuestra mejor versión, afectan de lleno en este problema, la llegada de los likes y de los filtros para mejorar nuestro rostro no sólo ha generado un gran incremento de cirugías estéticas, sino también un aumento en el número de personas afectadas por trastornos de alimentación.

Por otro lado, los trastornos de la alimentación pueden vincularse con otro tipo de enfermedades mentales, como la depresión. La depresión es la primera enfermedad mental vinculada a estos trastornos, con una prevalencia del 70% a lo largo de la vida en personas con trastornos alimenticios. La ansiedad es otro de los problemas vinculados, las personas que padecen trastornos alimenticios experimentan mayores niveles de ansiedad en torno a la comida y el peso, los estudios demuestran que también tienen una mayor tasa de ansiedad social, TOC, trastorno de pánico y trauma. Por último, la desregulación emocional es una entidad característica que comparten tanto el trastorno límite de la personalidad como el trastorno de la conducta alimentaria, por lo que es habitual encontrar pacientes que presentan ambos trastornos en un intento de hacer de la comida un mecanismo de gestión emocional.

Debemos tener en cuenta que los trastornos de la conducta alimentaria afectan a una mayor población de mujeres adolescentes y adultas jóvenes, entre 16 y 25 años, con una edad promedio de 17 años para la anorexia nerviosa y de 18 a 25 años para la bulimia. Quizás, podríamos vincular estos datos a la cultura de la belleza sobre la mujer, la cual genera que los trastornos de alimentación afecten a gran parte de la población femenina. Por ello, podríamos decir que este tipo de trastorno sea proveniente de la educación generada por un problema de ámbito social. Sabiendo esto, hemos querido realizar un reportaje con mayor presencia de mujeres entrevistadas, para conocer desde la visión más afectada la realidad de estos trastornos.
En primer lugar, pensamos en entrevistar como fuentes primarias de este reportaje a dos personas que hubieran sufrido un tca, de esta manera hablamos con Cristina Lorenzo Pulido e Isabel Sánchez Vallejo, ambas han sido víctimas de algún trastorno alimentario y nos han permitido conocer de una manera íntima esta dura realidad.
Además, consideramos fundamental recibir el testimonio y la opinión de expertos en el tema. Por ello, pudimos entrevistar a Pilar Villar Gómez, profesional de la nutrición la cual nos explicará las consecuencias nutricionales que un trastorno de la alimentación conlleva.
Por último, tratar este tema desde un punto de vista sociológico nos parece fundamental, es por ello que también decidimos conocer la opinión y el punto de vista de una socióloga, María del Carmen Daponte, que profundizará en este tema como problema social.
Llegados a este punto, hemos conseguido conocer de una forma más completa y cercana la realidad de los trastornos de la alimentación, una situación que todos deberíamos prestar la atención y el especial cuidado que merecen.