La mañana del 24 febrero de 2022, amaneció con la promesa de ser una de esas jornadas que pegan los rostros de la gente a la pantalla de un televisor. En una maniobra tan drástica como sorpresiva, el ejército ruso penetró en territorio ucraniano desplegando una invasión a gran escala. La mayor vista en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. La historia que se repite, se ha repetido y se repetirá. La de la Biblia. David y Goliath. Una gran potencia utilizando su aplastante maquinaria bélica para anexionar territorio soberano de un Estado más débil y pequeño. Hubo, sin embargo, un error de cálculo en las cavilaciones de Vladimir Putin. Ucrania es, en efecto, pequeño comparado con Rusia. Pero resultó no tener una fibra de debilidad.
Solo atendiendo al factor humano, ese que no computa en las simulaciones ni en los movimientos de figuritas sobre los mapas de campaña, podrá comprenderse por qué, más de tres meses después, el ejército ucraniano no ha sido derrotado. A la determinación audaz del gobierno y la población ucranianos se suma el inquebrantable respaldo de la comunidad internacional, que se ha unido casi unánimemente en la condena a la agresión de Rusia. Sobre posiciones geoestratégicas, embargos económicos y hazañas bélicas ya se han derramado ríos de tinta en estos meses. Por eso es crucial buscar (también) otras miradas. Poner rostro a la retaguardia de la retaguardia. Los pilares silenciosos de Ucrania.
Miguel Portolés es uno que cogió su coche y marchó. Padre de familia, biólogo y profesor de la Universidad Juan Carlos I. Como todos, vivió la invasión con sorpresa e impotencia. Veía cada día en la televisión y en los periódicos a muchachas pidiendo ayuda a gritos que perfectamente podrían ser sus hijas. Así que decidió aportar de la forma más directa que pudo. Llenaría su vehículo particular de ayuda humanitaria (potitos, pañales, medicamentos…) y conduciría hasta la frontera de Ucrania. Pero estas cosas no se hacen solo. Con buena voluntad no basta, se necesita apoyo logístico.
Después de varios intentos de comunicación frustrados con la (entendiblemente poco accesible) embajada ucraniana, Miguel logró contactar con la ONG ‘Rescate’. Un plan era simple, y un viaje que fue costeado a través de las numerosas donaciones que Miguel recibió de familia, amigos, conocidos y toda persona que quiso colaborar y hacer posible la misión.
El coche salió de Madrid cargado de provisiones donadas por la organización. Una vez entregado el cargamento en la frontera, se aprovechó el viaje de vuelta para traer a España a una familia de refugiados. Una madre y dos hijos. Cruzando juntos Europa, Miguel descubrió poco a poco el horror que se escondía bajo el callado posar de preocupación que dibujaban perpetuamente sus rostros. Personas que tuvieron que meter su vida en una bolsa de deporte y dejar atrás lo que no se puede transportar.
Amigos, familia, un primer amor, paseos por las calles de tu ciudad, rayos de sol que se cuelan a través de las ventanas de una casa que es la tuya. Cosas que no se pueden tocar, pero sí se pueden perder. Y además se pueden perder sin aviso. Miguel, de camino a casa y con las manos al volante, seguramente recordó con pena lo frágil que es todo. Quizás si más estuvieran dispuestos a coger el coche cuando el mundo se tambalea, la vida sería un poco menos de cristal.
Ayudando a Miguel en cada etapa del camino estuvieron los voluntarios de ‘Rescate’, que de la noche a la mañana tuvo que enfrentarse al reto de extender una amplia red logística de apoyo a los refugiados Ucranianos. Trabajan principalmente buscando acomodo para las familias que llegan y ayudándolos a integrarse en su país de acogida.
Cristina Bermejo, la directora de la ONG, agradece la oleada de solidaridad con Ucrania que ha recorrido España estos meses. Pero también apunta que la ayuda debe ser regulada y medida para asegurar máxima eficacia. Coger el coche y recoger un refugiado aleatorio sin seguir los cauces oficiales puede traer serios problemas. Por eso, rescate trabaja en estrecha colaboración con las instituciones españolas y europeas para que las operaciones se coordinen de forma rápida, contundente y decidida, pero legal. Son muchas las caras detrás de este grupo humanitario que es, a su vez, uno de los muchos que arriman el hombro. Perfiles del inmenso tsunami de solidaridad que recorre España y el mundo.