La mascarilla llegó a nuestras vidas de manera repentina, durante dos años ha sido un elemento más en nuestro rostro generando un cierta dificultad en entender qué nos dice la persona con la que estemos hablando. Ha dejado grandes secuelas en todas las personas, sin importar la edad. En el caso de los más pequeños, el principal problema es la complicación y lentitud de cierto aprendizaje producido por el uso de las mascarillas.
Aprendemos a hablar por medio de la imitación, no sólo de sonidos sino también de la posición de la boca. Esto se debe a que durante los primeros meses de vida, cuando somos bebés, nuestro oído no está desarrollado por completo, por lo que la gran mayoría de conocimientos los adquirimos mediante la vista. Esto hace que exista esta relación entre la mascarilla y los problemas del habla. Es una evidencia que la posición de nuestra lengua, dientes y labios determinan y diferencian los múltiples fonemas que conforman el habla.
Una actividad tan básica como es la comunicación verbal requiere de un complejo y lento aprendizaje que se da cuando somos muy pequeños. Este aprendizaje natural se ha visto afectado por el uso de las mascarillas y el confinamiento. Tanto la limitación de contactos como el hecho de no ver la boca a familiares, profesores u otros profesionales hace que los niños sufran complicaciones a la hora de aprender a leer, pronunciar y relacionarse de una manera normal.
Y en relación con la comunicación no verbal, también se ha visto gravemente afectada, los niños, especialmente, pierden el sentido y la comprensión de la expresión facial, incluso en los más pequeños no saben el significado de una sonrisa; una imagen vale más que mil palabras.
El cubrebocas oculta el 40 por ciento de nuestras expresiones faciales, perdiendo mucha información de lo
que nos dice el interlocutor, ya que solo vemos sus ojos y sus cejas. En ellos, no hay signos perceptibles de una mueca que hagamos con la cara o de una sonrisa simpática. Todo esto ha sido estudiado por Dirk Eilert experto en comunicación no verbal, como indica el artículo expresamente dedicado a la comunicación no verbal en el ABC.
Para compensar estas consecuencias negativas que ha traído consigo las mascarillas, es decir, la falta de inputs visuales en la percepción infantil del habla, los profesionales como logopedas o pedagogos, han tenido que instalar mascarillas transparentes o pantallas de metacrilato en su trabajo, haciendo una labor imprescindible.
Para conocer en detalle, la adaptación profesional que una logopeda en particular ha tenido que llevar a cabo durante dos años protagonizados por el Covid, Cristina Fillola, nos cuenta en profundidad su experiencia.
Por otro lado, la pedagoga, Laura María Díaz, nos comparte su experiencia, esfuerzo y profesionalidad en su trabajo.
Ambas coinciden en las dificultades que ha conllevado el uso de las mascarillas en los niños, sin embargo, queremos conocer la opinión de los padres de los afectados. Es por ello, que hemos tenido la oportunidad de hablar con cinco padres, con hijos de diferentes edades, que han podido detectar o no, estas dificultades ya mencionadas.
Una vez analizadas las dos posturas de las profesionales en comparación con la opinión de los padres respecto a sus hijos, cabe destacar que la consecuencia principal no son los problemas en el habla sino la socialización con otros niños responsabilizando los retrasos en el habla al propio desarrollo de su hijo o hija, sin antes cuestionarse la mascarilla como problema principal.