Más de 470.000 universitarios buscan alojamiento en España. “Busco habitación cerca de zona universitaria”, esta es la frase con la que cada año miles de estudiantes tienen que lidiar tras dejar atrás su hogar para empezar una nueva etapa, pero se encuentran con una dificultad añadida: el elevado precio de los alquileres. Septiembre es el mes clave y donde más contratos se firman debido al inicio de las clases de los estudiantes, pero ¿Qué condiciones tiene que tener un piso para un estudiante? Son tres los aspectos en los que se fijan los jóvenes: que el piso compartido sea con otros estudiantes, que la localización esté cerca del campus universitario y, sobre todo, que sea barato. En Madrid, Moncloa es una de las zonas más demandada por los universitarios a la hora de elegir domicilio a pesar de que su coste de vida ronda los 700 y 1100 euros al mes.

La burbuja del alquiler en las grandes ciudades como Madrid y Barcelona hace cuesta arriba encontrar piso, estas dos ciudades lideran el ranking de las ciudades europeas que más han elevado la renta de pisos, según un estudio realizado por Housing Anywhere, plataforma especializada en el alojamiento de estudiantes internacionales. En concreto, el coste de la vivienda en alquiler subió un 15,9% en el primer trimestre del año en España, con una media de 1.900 euros mensuales en Barcelona y 1.868 euros en Madrid.

Muchos de ellos se cuestionan si una residencia de estudiantes sería más rentable que una habitación en un piso compartido, pero lo cierto es que ambas opciones presentan ventajas y desventajas. Un piso compartido tienen el añadido de gastos variables frente a los gastos más acotados -aunque superiores- en los colegios mayores.

Ante el fuerte crecimiento de la demanda y de los precios de alquiler, que según datos del portal Fotocasa se han encarecido más del 40% en apenas cuatro años, comprar una vivienda para después alquilarla se ha convertido en una actividad muy común entre aquellos que apuestan por una inversión rentable, según las previsiones del Banco de España.

Otras personas reciben estas viviendas por herencia familiar. Es el caso de Isabel Sánchez Jiménez, que además de sus pisos en Talavera de la Reina y Marbella, recibió un domicilio de tres habitaciones, piscina y pista de padel situado en la avenida Pío XII de Madrid. Ahora, en paro, las rentas que recibe por estos alquileres le permiten vivir. “He llegado a tener lista de espera de cuarenta personas para las habitaciones, hasta para la más pequeña”, asegura Sánchez, que ha presenciado de cerca la desesperación que viven algunos estudiantes por encontrar un hogar en la capital: “He recibido muchas llamadas insistiendo, contándome su difícil situación e intentando demostrar que son personas responsables, y en cierto sentido, da pena, pero tienes que hacer una elección y no puedes escoger a todo el mundo”.

Aunque según Sánchez la mayoría de los interesados son estudiantes, la demanda también procede de “trabajadores y gente que viene de otros lugares para trabajar unos meses o hacer prácticas”. Estas personas, además de enfrentarse a la fuerte demanda, sobre todo de las viviendas con una mejor relación calidad-precio, se les suma la dificultad para visitar el domicilio u conocer al casero en persona, lo que les complica aún más la situación.

Isabel Sánchez asegura que prefiere alquilar las habitaciones de su piso en Madrid a estudiantes. Una de las ventajas es que tienen un nivel bajo de “morosidad”, ya que suelen ser los padres los encargados de pagar la mensualidad. Además, estos suelen estar ahí únicamente durante 5 años como mucho (la duración de una carrera) y evitan el problema de plantearse qué ocurrirá si no quieren irse. Sin embargo, un inconveniente es que en verano estos pisos se pueden quedar completamente vacíos, ya que los estudiantes suelen volver a sus casas durante las vacaciones.

Las preferencias de los estudiantes suelen ser tres dormitorios para compartir gastos con otros, que tenga internet, televisión, teléfono, que esté amueblada y que los gastos estén ya incluidos. En España, el precio medio que suelen pagar por una habitación es de 401 euros al mes, un coste que se incrementa bastante en Madrid. Según datos publicados el año pasado en el diario El Mundo, el precio que paga un estudiante en el barrio de Ciudad Universitaria es de 599 euros, 610 euros en Guzmán el Bueno y 559 euros en el distrito de Moncloa.

Los arrendatarios de estas habitaciones son jóvenes como María, que ha visto cómo la problemática de los alquileres crecía sin freno en el centro de la ciudad. Ella vive junto a dos amigas – estudiantes como ella–  en un semisótano del universitario barrio de Argüelles, y lo que parecía una morada asequible y tranquila, se ha convertido en un verdadero quebradero de cabeza para las estudiantes. Los problemas que ocasiona una casa antigua son afrontados por las jóvenes sin ningún tipo de ayuda de la propietaria de la casa, que incluso se ha desentendido de problemas estructurales como humedades. María cree que el arrendatario está protegido legalmente ante el arrendador en un proceso legal, pero que, en la práctica diaria de cumplimiento de los deberes del arrendador, los alquilados están totalmente desprotegidos. Además, cree que las nuevas medidas tomadas por el Ayuntamiento de Madrid como controlar la proliferación de pisos turísticos, o eliminar la deducción del alquiler de la renta anual no son suficientes.

En la otra cara de la moneda está Álvaro, estudiante de máster, que pese a haber sufrido las dificultades de buscar un piso en la ciudad -tardó dos meses en encontrar su actual piso – y haber tenido que pedir ayuda a amigos hasta que encontrara un lugar en el que vivir, se encuentra a gusto con la casa por la que paga, aunque también menciona que el sueño del piso delega responsabilidades en otros cuando se encuentra con un problema en el inmueble. Además, Álvaro expone la problemática que miles de estudiantes universitarios sufren: sus padres son los que corren con los gastos de su vivienda. Este joven afirma que está contento con su casa, pero matizando que lo está cuando ve la situación de otros jóvenes, como, por ejemplo, María.

La promesa de un nuevo horizonte político, y una situación que no es sostenible en el tiempo, son las únicas esperanzas de miles de jóvenes estudiantes que llegan a la capital preocupados por precios abusivos y arrendatarios totalmente desentendidos de un contrato vinculante que parece ser legal sólo el día de cobro de la renta mensual.