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Un coche listo para entregar y otro por preparar en un taller de tuning

En una de las paredes cuelgan varias piezas que recuerdan a todo el que entra en el taller que hubo un tiempo en el que fue posible darle una vuelta de tuerca a cualquier cosa. Media docena de llantas de aluminio de gran tamaño que nunca han sido montadas en unos neumáticos junto con pósters de deportivos y coches de competición delatan una profunda pasión por la velocidad. Una pasión que, como tal, prendió para luego consumirse como la gasolina.

«El tuning se fue más rápido de lo que llegó», afirma Javier Dequer, sentado en la reducida oficina de su taller, en el sur de Madrid. Hace quince años dio forma a su negocio, en una época en la que un movimiento urbano pretendía cuestionar los límites de la estética y crear una filosofía a partir de la personalización de los vehículos.

Pero no abrió solo para trabajar en el mundo de las preparaciones, pese a que las palabras «Tuning Center» del rótulo de la entrada pretendan decir lo contrario. Había pasado parte de su vida arreglando coches para otros. Un día decidió hacerlo por su cuenta.

«Si me dedicara al tuning no haría nada. ¿Preparaciones ahora? Más bien pocas. O ninguna», reconoce Javier asumiendo una realidad que según él tuvo un origen muy claro. Hace años eran los fabricantes los que homologaban sus piezas de una manera universal para cada modelo de coche. Eran las marcas las que se ocupaban de validar cualquier accesorio para que el cliente solo eligiera la preparación deseada y no se preocupara por el papeleo.

Fue entonces cuando el Estado vio una oportunidad en la moda que daba color a las carreteras y decidió meter la mano. Y a recaudar. Las homologaciones pasarían a hacerse individualmente, no para cada modelo, sino para cada coche en particular. Toda modificación que pudiera afectar a la conducción o a la figura externa del coche debía estar especificada hasta el más mínimo detalle en la ficha técnica. El Real Decreto 866/2011, por el que se regula la tramitación de las reformas de los vehículos, fue el texto de la discordia.

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Un viejo coche americano suspendido en el elevador de un taller abandonado

«Cuando hicieron la primera reforma de la normativa, ni los técnicos de la ITV sabían cómo la tenían que aplicar», sostiene el mecánico. Tanto término burocrático, a lo que se sumó el estallido de la crisis, terminó cansando al cliente. Pero la cosa no quedó ahí: «En tres años se cambió la normativa dos veces, y se ha notado mucho», denuncia Javier, crítico con la intervención de la Administración. Las pruebas parecían indicar que la burocracia fue la que acabó con la moda del tuning.

Sin embargo, los afectados por estas reformas legislativas no se dieron por vencidos y pronto se pusieron manos a la obra para darle la vuelta a la situación. Desde la Asociación Nacional de Comerciantes de Equipos, Recambios, Neumáticos y Accesorios de Automoción (ANCERA) y la Agrupación de Profesionales del Accesorio y Personalización del Automóvil (APTA) se solicitaron numerosas reuniones con los organismos competentes para dar fluidez al atasco burocrático en el que se desesperaba el mundo del tuning.

Finalmente, estos encuentros dieron su fruto y tras numerosas reuniones entre los representantes de ANCERA y APTA con el Gobierno se consiguió cambiar la interpretación del Real Decreto 866/2011. «Hemos logrado grandes avances, el 80% de los productos que hace tres años no se podían poner, ahora se pueden colocar», sostiene Miguel Angel Cuerno, presidente de ANCERA y de APTA.

«El tuning se ha desarrollado en España durante los últimos 15 años. Gracias a este fenómeno se crearon más de mil empresas, pero la legislación del 1 de enero de 2011 echó abajo todo el sector», argumenta Cuerno. «El 90% de las empresas han cerrado por una legislación que no tenía sentido». El mayor problema para el tuning no fue la situación económica, según el presidente de los organismos más representativos de este mundillo. «No le podemos echar la culpa de todo a lo mismo, no tuvo nada que ver la crisis».

 

Desde entonces, asociaciones como APTA han trabajado duramente por cambiar este Real Decreto. «Ahora la legislación es mucho más light. Hemos estado trabajando y seguimos haciéndolo sobre el manual de reformas para que la interpretación sea la correcta y hemos conseguido que se vuelva casi al punto en el que estábamos antes del cambio de legislación. Ya solo falta comunicarlo. Además, hemos negociado precios muy económicos para los trámites burocráticos», afirma el presidente.

Pero el problema que existe ahora es tan absurdo como difícil de afrontar. «La gente no sabe que la legislación ha cambiado. Al desaparecer todo el mercado del tuning desaparecieron también las revistas», sostiene Cuerno, que se muestra optimista de cara al futuro. «En cuanto los usuarios vayan sabiendo que las cosas han cambiado, en cuanto no haya ruidos de problemas, cuando el runrún desaparezca, entonces puede ser que vuelva a surgir el movimiento tuning».

El tuning se frenó, la legislación detuvo sus motores súbitamente y ahora, al ralentí, sus impulsores esperan volver a arrancarlo. Con la comunicación de estos cambios y la llegada de una nueva etapa económicamente favorable, los tuneros, al volante de sus máquinas, esperan que vuelvan a deslumbrar sus neones, a rugir sus motores y a retumbar sus subwoofers.