El botellón es una costumbre española que podríamos definir como: “práctica consistente en la reunión de individuos – en su mayoría jóvenes – con el objetivo de ingerir bebidas alcohólicas en un espacio generalmente público”.
Es una costumbre arraigada en nuestro país, por lo tanto, en todo el territorio nacional se concentran los jóvenes con el objetivo de realizar el botellón. Si nos fijamos en la capital, Madrid, uno de los puntos más destacados de reunión es la zona de Ciudad Universitaria. Como norma general, cada jueves, viernes y sábado cientos de jóvenes deciden hacer botellón en el campus universitario y las consecuencias que se materializan en forma de toneladas de basura han sido objeto de debate, polémica y preocupación para la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
Hace aproximadamente quince años, el botellón en Ciudad Universitaria no era tan abundante como lo es ahora, debido a que los jóvenes preferían hacerlo en el Parque del Oeste. Sin embargo, el ruido y las molestias que provocaban a los vecinos hicieron que los jóvenes se fueran desplazando al campus de la UCM, donde no se molesta a ningún vecino.
Tras un altercado vandálico en la Plaza Ramón y Cajal de Madrid, a la salida del metro Ciudad Universitaria, el viernes 11 de noviembre de 2011 se endurecieron las normas y se reforzó el control policial en el campus. El objetivo: una mayor vigilancia de las actuaciones de los participantes en el famoso botellón.
No obstante, esta medida, al igual que tantas otras ya, no llegó a tener grandes repercusiones para el tema. Casi cinco años más tarde, el botellón persiste y con ello el problema que genera cada fin de semana. Si bien es verdad que hay medidas que aún están siendo aplicadas, como las multas de cantidades astronómicas a las personas que están bebiendo en la calle, su efecto es casi inapreciable.
Medidas desde la Universidad Complutense
A lo largo de los años, la UCM ha intentado adoptar medidas para frenar la creación ingente de desechos que luego se dejan esparcidos por todo el campus universitario ya que esto, además de tener un daño económico y ambiental, también puede perjudicar a la imagen de la propia universidad. Debido a esto, el rectorado de la UCM ha intentado establecer medidas para hacer frente a esta situación.
Una de las primeras fue intentar que los propios alumnos universitarios barrieran el campus después del botellón para que éstos supieran el trabajo que requiere la limpieza de todos los desperdicios generados al acabar la noche. Los llamados “planes de concienciación” tenían como objetivo, como su propio nombre indica, intentar cambiar la conducta de los participantes al botellón y evitar que éstos dejaran desperdicios y así reducir el impacto de las consecuencias al día siguiente.
Debido a la abundancia de desechos, los equipos de barrenderos resultan insuficientes. Por ello, la Complutense ha intentado también ponerse en contacto con algunas empresas públicas relacionadas con el sector de limpieza con el objetivo de poner más contenedores en el campus y, así, mentalizar al alumnado de la importancia de la limpieza del espacio universitario. Según el Rectorado, estas dos medidas han sido un éxito y se ha disminuido la suciedad de manera efectiva en las últimas ocasiones. Además, la dirección de la UCM planeó “incentivar” la conducta que respete la limpieza del campus y, aunque no de manera monetaria, si puede ser en forma de entradas de conciertos o eventos culturales.
Hemos de recordar que la actual Ley regional de Drogodependencias del año 2002 penaliza el consumo de bebidas alcohólicas en la vía pública “a excepción de terrazas o días de fiestas patronales”. Sin embargo, esto no ha frenado el aumento exponencial de los asistentes al botellón cada año. Entre 2012 a 2015, según Cruz Roja y el Ayuntamiento de Madrid, se cursaron un total de 80.000 multas por beber alcohol en la vía pública.
Este año, el Gobierno de Manuela Carmena también intentó promover medidas similares a las de la UCM pero en el conjunto de la ciudad con el objetivo de, a través de actividades de ocio, concienciar a los jóvenes sobre los riesgos del botellón para la salud.
Pero todas estas medidas no terminan por disuadir a los participantes, que siguen acudiendo a los focos de asistencia del botellón ya que, en la práctica, todas esas multas acaban siendo ineficaces debido a la dificultad que tiene el Ayuntamiento de cobrarlas. Los mayores de edad pueden declararse insolventes a la hora de pagar la multa (normalmente de 600 euros) y, si deciden recurrir la misma, la Policía no tiene la forma de probar que el individuo estuviera efectivamente consumiendo alcohol.
San Cemento, descontrol anual
Sin lugar a dudas, el botellón que más basura deja y que más coste de limpieza supone es el de San Cemento. En 2016, el botellón que se celebra el último jueves de abril acogió a más de 10.000 personas. El rector para Campus y Medio Ambiente, Javier Garrido, aseguró que el Ayuntamiento no colabora en la limpieza del campus por estar dentro de los jardines de la Complutense.
Para evitar que el campus fuese inundado por toneladas de basura, se repartieron más de 600 bolsas y se colocaron más contenedores con la colaboración del Ayuntamiento. Sin embargo, fueron 50 metros cúbicos de desperdicios, como el año pasado.
A pesar de la suciedad y de la imagen que puede darse de la Universidad, desde el centro no se plantean cancelar este evento, sino que pretenden que se haga de forma civilizada para que se tenga conciencia de la importancia de la limpieza y del reciclaje.
El botellón, parte de la cultura española
Según ha explicado el profesor de sociología José Antonio Alcoceba, las nuevas generaciones están familiarizadas con el alcohol desde que son bien pequeños. Tanto desde el núcleo familiar, como desde la publicidad y los discursos mediáticos, nos inducen a formar ciertos estereotipos sobre el hábito de beber. Además, este problema no solo afecta a las mentes más jóvenes sino que también influye a los adultos.
En el fondo, estamos convencidos de que el consumo de bebidas alcohólicas favorece una mejora en nuestras relaciones sociales: nos ayuda a integrarnos y formar parte de un “grupo” adquiriendo un ‘rol’ dentro de él. Sucumbimos a una cierta presión, como sucede con todos los hábitos sociales, en la que se estigmatiza a las personas que no beben (desde grupos de adolescentes hasta grupos de adultos), lo cual resulta paradójico por el hecho de existir al mismo tiempo una clase de criminalización de las personas que beben (sobre todo las jóvenes). Una doble moral.
Alcoceba concluye que este tema se reduce en gran parte a la cultura y a la educación — en lo que también coincide el Vicedecano de CCInf, José Antonio Jiménez –. No hace falta viajar a un país muy distante del nuestro para percibir que el botellón es un fenómeno fundamentalmente español. Eso no quiere decir que España sea el único en el que los jóvenes consumen alcohol, ni tampoco que sea en el que más lo hacen del mundo. Pero si refleja una práctica muy singular sobre la relación y la interacción de los españoles con el alcohol, que indudablemente está ligada a la cultura española.
La cultura es un factor histórico, cambiante a largo plazo, que determina esta práctica que se lleva realizando en España desde hace mucho tiempo . Sin embargo, ciertos factores contextuales pueden modificarla, agravándose incluso. La “situación actual de menor oferta de ocio o a precios más encarecidos, es un posible factor que ha afectado al crecimiento del botellón” aclara Alcoceba.
Él mismo nos habla del negocio de las grandes empresas de bebidas alcohólicas, las cuales mueven exorbitantes cantidades de dinero beneficiando sus propios intereses. Un claro ejemplo de esto lo encontramos cada día en la televisión. A pesar de que la publicidad de bebidas alcohólicas está más que prohibida en nuestro país, no es raro encontrarnos emplazamientos publicitarios que muestran alguna de las marcas más reconocidas. Incluso a través de las series estamos acostumbrados a percibir cantidad de publicidad de marcas de cervezas. Estas imágenes repercuten en la visión respecto al alcohol que se crea en las mentes de la sociedad española, sin ningún filtro en cuanto al destinatario que las recibe.